La institución y la palabra

Por Elena Herrero-Beaumont

Diálogo entre Meritxell Batet y Amaya Mendikoetxea

Amaya Mendikoetxea es catedrática de lingüística y, desde el año pasado, es rectora de la Universidad Autónoma de Madrid. Meritxell Batet es la presidenta del Congreso de los Diputados y fue, también, Ministra de Política Territorial y Función Pública del Gobierno de España. Son dos mujeres con sólidas trayectorias en dos ámbitos que se encuentran mucho más próximos de lo que podría parecer: la política y la universidad. Dos contextos unidos por algunos parecidos puntuales pero que, en esta ocasión, encuentran su semejanza más próxima en la importancia que tienen la institución, el diálogo y la palabra. 

En el diálogo entre ambas se abordó la problemática de la innovación tecnológica a nivel institucional. Tanto la universidad como el Congreso sufrieron una enorme transformación en su funcionamiento durante la pandemia pero, a pesar de los cambios introducidos durante aquel tiempo excepcional, la Presidenta y la Rectora subrayaron la importancia que tiene la convivencia presencial en el funcionamiento de ambas instituciones

Además las dos conversadoras plantearon tres propósitos comunes a la transformación de estas instituciones, esto es, participación, gobernanza y transparencia. Pero no es sencillo. La universidad es una institución con siglos de historia y el parlamentarismo, como sede privilegiada del debate público, está sometido a una vigilancia social muy estrecha. Tanto para la universidad como para el poder legislativo, la rendición de cuentas y la apertura a la sociedad que les brinda su confianza es una de las prioridades menos negociables. La circunstancia contemporánea, como advertía la Presidenta Batet, es singularmente desafiante por cuanto se encuentra en un momento de transformación equiparable al de la revolución industrial.  La universidad, por su parte, debe hacerse cargo del dignísimo legado de su tradición al tiempo que debe ser permeable a los cambios y a la transformación social en la que nos vemos inmersos. Sin una proporcionada relación entre pasado, presente y futuro, ni la universidad ni el Congreso conservarán la dignidad que les es propia. 

Tal vez esa es la preocupación común entre Batet y Mendikoetxea: la custodia de una institucionalidad compleja que aspira a la ejemplaridad. Son la ética pública, la responsabilidad y la propia institucionalidad los propósitos esenciales que deben fomentarse desde ambos contextos. De fondo existe otro rasgo común que se impone como una obligación vinculante: la generosa confianza que la sociedad ha invertido tanto en la política profesional como en las universidades públicas. En las dos circunstancias la máxima exigencia es el único gesto con el que puede corresponderse a ese esfuerzo común y compartido.