Ética pública y confianza

Por Ana López Vila

Diálogo entre Victoria Camps y Carmen Rodríguez

Victoria Camps es filósofa, catedrática emérita de la Universidad de Barcelona y Ex-Consejera Permanente del Consejo de Estado. Carmen Rodríguez es delegada de Internacionalización y Enlace CIVIS de la Facultad de Filosofía y Letras en la UAM. Ambas están de acuerdo en la necesidad de la ética pública y en que para que se pueda desarrollar debe darse un clima de confianza en la sociedad. 

En un contexto de desconfianza en la política y en el que no se conoce qué es la ética pública, es necesario reflexionar sobre qué crisis nos han llevado a esta situación y sobre qué responsabilidad tienen los ciudadanos en una sociedad democrática. Para hablar de ética pública, es necesario empezar por definir qué es la ética. Camps introduce que la ética es algo interior del individuo que atañe a cada uno y que por vivir en sociedad, tiene una dimensión pública. La ética pública, en definitiva, abarca las obligaciones cívicas que hay que cultivar y desplegar, deber de todos. No existe el bien común, si los ciudadanos no tienen obligaciones cívicas: si el ciudadano no coopera, las leyes solas no funcionan. 

Pero, ¿qué es necesario para que los ciudadanos se impliquen en la ética pública? Ambas están de acuerdo en que es vital la confianza para que haya responsabilidad cívica, debe existir una conciencia recíproca de responsabilidad y confianza mutua entre ciudadanos y políticos. Existe un algo público, que nos concierne y responsabiliza a todos. Así pues, la crisis de la desconfianza tiene mucho que ver con la crisis de la responsabilidad. Aunque el liberalismo trajera el desarrollo de la propia libertad, ésta tiene que ir unida con responsabilidad. Cuando una sociedad carece de responsabilidad entra la coacción y, por tanto, la confianza se desmonta. En definitiva, la confianza y la responsabilidad van completamente unidas y son necesarias para que se pueda desarrollar una ética pública. 

Además de la crisis de la responsabilidad y de la confianza, se habla mucho de una crisis moral como algo novedoso, pero los filósofos de la Antigüedad ya se quejaban de ello. Si bien es cierto, que no nos encontramos en el mismo contexto. La secularización de las sociedades ha sido una de las principales causas de esta crisis moral. La moral religiosa ayudaba a que la sociedad estuviera cohesionada por unos mismos valores religiosos y esto llevaba a una mayor responsabilidad y confianza. En cambio, la secularización ha contribuido a una mayor diversidad de valores que dificultan una ética pública común

Llegados a este punto del diálogo, ambas se plantean qué sería necesario para definir una ética pública mínima que permitiera volver a poner en el centro de la política al ser humano y, por ende, la justicia social que permitiera reconocer en la diversidad democrática al otro como igual en dignidad. La clave para que exista una ética pública es la confianza, la responsabilidad y la motivación moral. Ambas terminan con el deseo de que se invite a pensar el futuro juntos, un futuro basado en el pensamiento y en la reflexión.